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María de la Paz

De vacaciones en Colombia y de regreso a la realidad

De vacaciones en Colombia y de regreso a la realidad

La decisión de a dónde ir en vacaciones fue muy fácil de tomar. En cuanto supe que podía tomar hasta 3 semanas no dudé ni un minuto en ir a mi casa. Y no voy a hablar con sentimentalismos y a decir en tono melancólico que Colombia es mi casa, o que Bucaramanga es mi casa. Porque sencillamente lo que pensé fue en ir a pasar ese tiempo en mi casa. Literalmente.

Una vez aprobado el tiempo por “el jefe”, así parezca que estoy hablando de una organización ilegal, pasé horas buscando la mejor ruta, el mejor horario, el mejor precio -obviamente-. Días organizando el calendario para poder ver a todos los que quería ver y hacer todo lo que quería hacer.

Me moría por ver a algunas personas, las mismas con las que más hablaba mientras estaba fuera, aquellos con los que he mantenido más contacto: parte de la familia, algunos amigos del colegio, de la universidad, ex compañeros del trabajo. Pero ahora la situación era diferente, ya no hablábamos por teléfono o correo o nos veíamos a través de una cámara web, sino frente a frente, con la posibilidad de abrazar, besar, mirar a los ojos... compartir el mismo espacio...

Hubo algunas cosas que hice con más ganas, y las hice una y otra vez hasta casi volverme monotemática. Cosas simples pero que disfrutaba mucho. Pasé tardes en la cama de mis abuelitos y en el jardín. Cada vez que pude salí con mi abuelito a Cabecera o “bajé” al centro con mi abuelita adonde la modista. Comí mango en cada esquina, tomé limonada de Marvilla, caminé por Cabecera. Pasé tardes en Abrapalabra, comí pandeyuca de Mercadefam. Fui a San Andresito, caminé por el parque Santander, fui a Girón. Pedí domicilios a Matachos y a Sandwich Cubano. Desayuné café con leche, pan aliñado y queso costeño de Freskaleche. Almorcé milanesa napolitana, mute y fríjoles… Acepté todo lo que me dieron y cuando pude, repetí (sobretodo hablando de yuca y patacones).

Y después de 3 semanas llegó el momento de devolverme. Se acabaron las vacaciones. Primero a Bogotá y ese fue el momento más difícil. Camino al aeropuerto todas las dudas me asaltaron juntas: ¿Pero yo, a qué me voy? ¿Porqué dejar esto que tanto me gusta y donde me siento tan bien? ¿Porqué buscarle 5 patas al gato, como diría mi abuelita? ¿O será que mejor me quedo?

Tuve algunos momentos de pánico, y todo esto me daba vueltas en la cabeza mientras “negociaba” con la aerolínea el sobrepeso de mi equipaje... Luego del pánico vino una tristeza inmensa, y ya para ese entonces estaba en Bogotá. Sentí que la peor de las nostalgias se apoderaba de mí, me sentí miserable y abatida. Pensé en subirme rápido al avión para evitar que el ahogo fuera mayor.

Pero luego, a horas de devolverme, recordé exactamente porqué había decidido irme. Recordé qué me hizo tomar la decisión de alejarme de lo que más quiero y empezar en otra dirección. Recordé también que no importa qué tan lejos me vaya, algunos protagonistas de mi historia continuarán siendo los mismos...

Entonces dejé de llorar y llena de ánimo y energía cerré el capítulo de unas vacaciones en las que no hice absolutamente nada diferente a lo que he hecho por años, no conocí a nadie, no vi ningún paisaje nuevo. Y convencida de lo que quiero regresé a Holanda a la realidad en la que ahora vivo. Realidad en la que casi todo es nuevo, diferente o incomprensible. Realidad que tiene algo que me encanta: si es cierto que ha sido la suerte quien me ha permitido vivirla, he sido yo la que he escogido regresar a ella.

2 comentarios

Gustavo -

Sabes hacer crónica ligera.

sandra -

noooo,...me voy a poner a chillar...buaaaaaaaaaa