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María de la Paz

El bus era un Cañaveral...‏

El bus era un Cañaveral...‏

Era el 5 de Agosto de 1996. Ese día empecé formalmente mi primer semestre de ingeniería. Ya había ido antes a la universidad, conocía el camino y el bus que debía tomar. No recuerdo haber tenido esa tensión que se siente antes de este tipo de días. Simplemente salí con un cuaderno en la mano hacia la universidad.

Despistada (como siempre) tomé el bus en La 33, estaba lleno. No pude pasar del primer puesto y tuve que quedarme de pie. Literalmente ’me colgué’ del pasamanos que para alguien de mi estatura es casi ridículo, ¡creo que está a 2m del piso del bus! Segundos después alguien me tocó el brazo y ofreció llevarme el cuaderno. Me fijé bien y era Mauricio. Llegamos a la universidad y resultó que teníamos el mismo horario. Idéntico. Los que estudiaron en la UIS saben que el mismo horario no se tiene con todo el mundo... jajajaaaa...

Aunque ya nos conocíamos, siempre he recordado ese día. Desde ese entonces no hemos dejado de hablarnos (aunque si nos hemos separado geográficamente) y aunque no fue sino hasta unos meses después que empezamos a ’salir’ juntos, ese día quedó grabado en mi memoria. Es una pendejada, pero no olvido la ropa que llevaba puesta.

Seguramente hoy estaríamos en el mismo punto sin ese episodio -lo que desmentirán los fanáticos del ‘efecto mariposa’. Pero para mí ese día comenzó una historia que ya lleva 13 años -y contando. Un cuento lleno de miradas, charlas, confesiones, visitas. Horas hablando por teléfono (que mi abuelito no se entere), caminatas entre la UIS y mi casa, paseos. Una historia llena de amor y cariño. De sueños y decisiones.

Una historia que espero nunca termine. Y podría acabar mañana, eso no se sabe. Pero ya marcó mi vida y cada uno de mis días. Suficiente para que todavía recuerde con una sonrisa el 5 de Agosto de 1996.

La primavera y la cicla

La primavera y la cicla

La primavera empezó oficialmente en Holanda en Marzo 21. Desde los primeros días quise escribir para contar todo lo que me llamó la atención. Pero luego me ocupé en una cosa y otra, y aquí estoy, en Julio, en pleno verano, escribiendo sobre la primavera...

Para mi, que he vivido toda mi vida en el trópico, la primavera era algo del otro mundo. Siempre escuché que es una época en la que los árboles florecen, que el paisaje adquiere diferentes tonalidades de verdes y que habría flores por doquier. Pues he comprobado que, al menos en Holanda, es cierto. De un día para el otro, sin darme cuenta, el camino por el que paso todos los días hacia el trabajo, cambió de color, las ramas de los árboles crecieron tanto que casi cerraban el camino, todo era verde y flores de todos los colores crecieron en frente de mi casa.

Las noches siguen siendo frias, pero los momentos más importantes del día siguen teniendo buen clima: cuando voy y vengo del trabajo en cicla.

La vez pasada estaba por contarles cómo ha sido éste asunto de usar la cicla para ir y venir del trabajo. Mi trabajo queda en Pernis, zona industrial de Rotterdam. Y hasta hace unos días viví en La Haya. Es como vivir en Bucaramanga y trabajar en Envigado, claro, guardando las proporciones: en Colombia la distancia sería de unos 500km, mientras que en Holanda no es de más de 30km. Y para recorrer esos 30km uso el sistema de transporte público, que es intermodal. Quiero decir, es intermodal porque es común en Holanda, por ejemplo para ir al trabajo cada mañana, ir en cicla hasta la estación de tren, tomar el tren hasta otra ciudad y luego tram o bus hasta el destino final.

 

El primer mes mi camino hacia el trabajo era tomar el tren por 25 minutos, luego el metro por 15, bus por 10 y luego caminar 20 minutos hasta la oficina. Mi jefe tenía el mismo recorrido pero cambiaba el bus y la caminata por la cicla. Me entusiasmé con la idea de imitarla pero tenía un poco de miedo por los autos y hasta por los peatones. Aquí algunos llaman a las ciclas el enemigo silencioso de los peatones: como no hacen ruido con algún motor como un auto o una moto, no avisan que vienen en camino…

 

Pero luego me dejé contagiar por el amor al medio de transporte más utilizado en Holanda, y decidí comprar una cicla. Los compañeros de trabajo me recomendaron comprar una de segunda mano, dicen que el deporte favorito de los niños en Holanda es desvalijar cuanta cicla dejan a su alcance, y como la mia dormiría en un parqueadero de la estación de metro cercana al trabajo, decidí seguir el consejo. Llegué al lugar indicado y me ofrecieron una cicla con cambios. 4 cambios. Realmente esto me dio risa. Cambios en una cicla para usarla en un país donde la altura máxima es 320m y más del 60% de la superficie está bajo el nivel del mar… ¡pero bueno! Ofrecieron los cambios y decidí comprarlos.

 

Y empezó la travesía. En Holanda las ciclas tienen su propio carril, semáforos y demás señalización. Y  tienen, además, la prioridad en el tráfico. Los primeros días me tomaba más de 20 minutos recorrer los 2.5km que separan mi oficina de la estación del metro. Me dolían las piernas, los brazos y hasta el cuello. Llegaba resoplando. Roja y agitada. Juro que nunca antes me había ejercitado de una manera tan constante. En Barranca salí algunas veces en la madrugada con Luzmilde a recorrer la ciudad y fui otras tantas con Pilar al gimnasio… ¡pero nunca 5 veces por semana! Las abuelitas iban más rápido que yo. Me pasaban señoras con niños o niños de no más de 10 años. Tenía las piernas llenas de morados de tanto pegarme con los pedales al detenerme en los semáforos. Perdía el equilibrio al hacer con la mano la señal de la direccional y entendí a punta de sudor la razón de ser de los cambios: a veces el viento es tan fuerte que parecía que llevara atrás a Pepe el hipopótamo.

 

Tardé en acostumbrarme un poco más de un mes. Ahora el recorrido es de 15 minutos y uno que otro fin de semana salgo también hasta alguna ciudad cercana (aunque nunca he hecho más de 25km al día y las abuelitas me siguen pasando). La uso siempre para ir al mercado, o al cine. Llevo mi i-pod con el curso de holandés y voy repitiendo vocales y consonantes… Hoy tengo 3 ciclas en Holanda y viene la cuarta en camino… entendí porqué en éste país hay más ciclas que personas y adoro las mías: producen una sensación de libertad con la que se empieza o termina bien cualquier día.

El 20 de Julio

Hoy es 20 de Julio. Hoy los colombianos celebramos nuestro día de la Independencia. Muchos en Colombia no lo celebran, dicen que no hay nada que celebrar. Nada que conmemorar. Alegan que 199 años después de aquel 20 de Julio de 1810 aún no somos un estado soberano, un país independiente. Quizás tienen razón.

Querría hoy celebrar éste día orgullosa de un país desarrollado, sin pobreza, con índices de empleo decentes, sin índices de subempleo. Un país sin desplazados, donde la gente pueda trabajar y darle a sus hijos oportunidades. Podría escribir que Colombia es un país lindo, y que lo mejor que tiene es su gente, como (cínicamente?) se lee a diario en nuestra prensa. Incluir vínculos a fotos de paisajes increíbles, mencionar los pisos térmicos, el café o hablar de García Márquez y Lucho Herrera.

Pero no. El país que me tocó en suerte no es así. Allí las cosas no funcionan, el dinero de los impuestos se usa para lo que no se debe y lo demás va a parar a los bolsillos de unos cuantos. Todo lo bueno es esporádico o corresponde a esfuerzos individuales. No hay conciencia de que somos un sólo país y la gente está dividida buscando sólo su propio progreso. No hay porqué sentir orgullo.

Pero aún así hoy es 20 de Julio y no queda otra salida que recordar el Grito de la Independencia.

Tal vez sea cierto que aún no somos independientes, que seguimos en la Patria Boba, que quienes dirigen el país lo hacen sin convicción ni conciencia de que representan los intereses de los colombianos. Y que los demás no hemos hecho mucho por mejorar la cambiar todo ésto.

Pero para mi que crecí pensando que Simón Bolívar, Antonio Nariño y otros eran unos héroes, hombres íntegros, enamorados de su tierra, que entendieron su papel en la sociedad y los cambios que debían gestar, este día es memorable. Puede que casi 200 años después concluyamos que esta ’independencia’ no se ha consolidado aún, o que no fue del todo cierta, pero posiblemente será la única que tengamos en mucho tiempo... Y hasta el momento es la única de la cual puedo sentirme orgullosa.

Los almuerzos holandeses

Los almuerzos holandeses

 

 

Como éste blog se volvió una manera de responder preguntas, y mantenerlos informados uniformemente, me dedicaré a otra de las inquietudes bastante recurrentes: que si he subido o bajado de peso.

 

Bueno, pues realmente no sé. No me he pesado. Puedo decir que sí, que he bajado un poco de medidas. Un poco, sólo un poco, digamos unos solitarios centímetros. Por favor no esperen verme como Carolina León o Martha Yolanda. Pero si me he deshecho de algunas de las múltiples incómodas protuberancias en mi abdomen.

 

¿La razón? Supongo que resulta de la combinación de los maravillosos almuerzos holandeses, una buena decisión sobre qué ejemplo seguir y el transporte intermodal. Les explico.

 

Respecto a la comida holandesa, en la empresa es posible almorzar en dos lugares. KK1 (Koffie Kamer 1) y CK (Centraal Kantoor). Por lo general voy al KK1, ya que está más cerca y es a donde van mis compañeros. El almuerzo consiste en una barra de autoservicio, con muchos panes de diferentes tipos, seguidos por aproximadamente diez variedades de queso y otras tantas de jamón. Sopa del día. Barra de fritos típicos holandeses: frikadelle (de forma aplanada, rellena de carne picada, cebolla, huevos, leche, pan rallado, harina, sal, pimienta, y otros muchos ingredientes desconocidos), huevos fritos con jamón, etc. Leche, yogurt, mermeladas, mantequillas de maní, de chocolate y frutas. Al final hay una máquina de donde es posible tomar té, chocolate, café o sopa de tomate. Y se acaba el restaurante.

No, no es que haya olvidado mencionar los fríjoles ni las lentejas ni los garbanzos. Es que simplemente no hacen parte del menú. No hay tampoco carne ni pollo ni pescado. Ni arroz. Ni yuca. Y mucho menos maduro frito.

 

En segunda instancia: la buena decisión consiste en qué modelo seguir. Es como decidir si salir a almorzar con Giuliana o con Carlos Iván. Vean porqué.

 

Tengo dos compañeros de almuerzo: Henk y Paul. Henk (casado, dos niños, 1, 84m, 35 anos) come muy poco. Muy, muy poco. Almuerza dos galletitas (supongo integrales), y sobre cada una de ellas hay 1/4 de tajada de jamón delgadita (supongo libres de grasa). Un kiwi (sólo a veces, debe tener mucho azúcar), un vasito de sopa de tomate y un té. No sé qué come pero también debe ser poquísimo. La razón: su esposa acaba de tener su segundo hijo y el está siendo solidario acompañándola en una estricta dieta. Ejemplo para muchos, no?

 

Paul (soltero, 1,86m, 34 anos), a las 9am toma dos cafés con leche con 8 galletitas (similar a comerse dos paquetes de galletas Festival). Almuerza aproximadamente 8 panes tajados, previamente untados con crema de maní o de chocolate o, sencillamente, mantequilla. Acompaña su almuerzo con sopa del día, medio litro de leche, un yogurt, y una fruta, generalmente un banano. Ha incluido la fruta últimamente, pues está a dieta. A las 3 de la tarde, saca del morral otros 4 panes tajados y los acompaña con un café con leche.

 

Así que con estos dos modelos a seguir, preferí seguir el de Henk. Y aunque desayuno con un sandwich y leche achocolatada, al almuerzo siempre tomo sopa y algún frito, y como al menos 2 mandarinas al día, las calorías ingeridas son bastante menos que si se comparan con las de una mini-cazuela de El Comedorcito Paisa, un Panerolli de roast beef, una cazuela de mariscos donde ’los negritos’ o las de un Matacho en combo...

 

Y por último, sobre el transporte intermodal... ya habrá tiempo de contar cómo es ir al trabajo en cicla...

 

Actualización...

Actualización...

Corta por cierto… con 3 temas (los más preguntados)…


¿Dónde viven?

Llevamos 1 mes viviendo en La Haya, en un apartamento amoblado, muy lindo. No es lujoso, pero está bien ubicado, a 200m de la estación central, a 5 minutos a pie de los bares y cafés ‘gomelos’, de los teatros, cines, de 4 o 5 mercados (la palabra supermercados no existe. Bueno, si existe, ellos la usan, pero los mercados no son súper. Es decir, el grande, grande, grande, es como el Carulla de la 47… si, para los que no sabían, en la 47 hay un Carulla...). Y pues con todo lo necesario… implementos de cocina, vajilla, lavadora, secadora, comedor para 6 personas y un balcón que esperamos sea primavera para poder usar... etc.

 

¿Mucho frío?

El clima, súper manejable, en las mañanas sólo debo usar las 13 prendas reglamentarias y así no sufro con el frío ni con el viento... jajajaa… Realmente, la ropa térmica es una maravilla y ahora está muy bien pues la temperatura ha subido a 0, 2 y a veces hasta a 4 grados, ¡¡está calientiiiiiiiicooooooo...!!

 

¿Y el $$$?

Sobre el dinero. Sé que todos quieren saber cómo es mi sueldo, si me alcanza o no, qué tantos son los impuestos, si es cierto que se paga el 52%, si será mensual o quincenal, si alcanzará para pagar un arriendo decente o para volver a Colombia con frecuencia, etc. Pues les cuento que yo también tengo esa misma curiosidad. Aún no he recibido el primer sueldo, debido a un choque cultural. En efecto, debido a que yo choqué con la cultura bancaria holandesa.

Les cuento. Para abrir una cuenta bancaria se necesita el número de identificación personal -como la cédula-, ese sólo se lo dan a los residentes, así que había que hacer la vuelta de la residencia. Entonces pedí la cita a través de la compañía, ellos coordinan el asunto de las citas y documentos. Pero para ir a la cita necesitaba el contrato de arrendamiento. Así que había que gestionar el contrato, que en principio no creí necesario porque el apartamento es de la empresa. Entonces luego de tener el contrato, los demás documentos, la cita para la residencia y el número de identificación personal... fui al banco a abrir la cuenta bancaria... y me dieron una cita para ¡¡dentro de 3 semanas!!

Si, en Holanda las ’diligencias’ bancarias se hacen con cita previa, así que espero recibir en algún día de Marzo mi primer sueldo.


Y así poder resolver todas sus inquietudes al respecto…

¿En primera clase? ¡De una!

El que no oye consejos no llega a viejo... entonces ’hice caso’ y llamé a Holanda a preguntar si era posible viajar en primera clase para empezar mi nueva asignación laboral. Si, respondieron. "Está contemplado en la política de viajes de la compañía". Al principio pensé que las sillas son más grandes y cómodas y -dicen- la comida y el servicio a bordo son mejores. Sin embargo, la primera ventaja es el equipaje permitido, pues es un 50% más que el que se puede llevar en clase económica. Así que compré una tercera maleta, para tratar de acomodar las mil pendejadas que uno cree necesarias cuando se va del país.

 

En dos horas acomodé casi 80 kilos de equipaje, que incluían 80 chocolatinas Jet y 20 chocorramos, dosis que Mauricio se comió en 5 días. Después de cerrar las maletas -con Clarita sentada sobre ellas- llegué al aeropuerto para hacer mi primer viaje internacional en primera clase. Bueno, también nacional. Aquí, la segunda ventaja: en cuanto le dije al señor de la aerolínea, que muy bravo trataba de que las 100 personas de la fila se acomodaran, que viajaba en ’bussines’, cambió la cara y me dijo sonriendo: ’permítame que la acompañe al counter, esta no es su fila’. Me llevó a donde dice ’bussines’ y 10 segundos después me atendieron. 30 segundos después ya me había chequeado, aforado los 77kg de equipaje hasta Amsterdam y recibido mi invitación a la sala VIP. En la salita, que primero tuve que buscar cuidadosamente, pues cuando uno no sabe que existe, no la ve, comí unos pasabocas y tomé un whiskey durante la espera.

 

En efecto las sillas son tan cómodas como había visto en televisión, y la comida mucho mejor. Así como el servicio. Pero hay algo que no me convence de taaaanta atención. El viaje transcurrió con mil ‘atenciones’ por parte del servicio a bordo. Entrega de audífonos, ofrecimiento de bebidas, explicación del funcionamiento de la silla, bebidas, entrega del kit de viaje, bebidas, comida, bebidas, revista del dutty free, bebidas, desayuno, bebidas… Con todo esto, no hubo mucho tiempo para descansar, y mucho menos para dormir, y así pasé la primiparada de primera clase. Así que en adelante, recomiendo no dejarse seducir por tanto servicio y aprovechar la silla grande y cómoda para hacer lo que se haría igual (para alguien de mi tamaño) en clase económica o en un bus de Berlinas: dormir cuanto sea posible…

Mi Abuelito tiene 86 años

Mi Abuelito tiene 86 años

Mi abuelito nació un 8 de Septiembre hace 86 años. Era la época de la alegría por la luz eléctrica, por eso los bisabuelos decidieron llamarlo Edison.

 

A lo largo de su vida, mi abuelito ha tenido muchos títulos. Oficinista de quejas y reclamos. Carpintero. Liberal según Alberto Lleras. Conservador según Alvaro Gómez. Seguidor de Rojas Pinilla porque iba bien hasta que empezó a irle mal. Empresario de costales de plástico. Ebanista. Químico. Armador de trenes a escala. Politólogo. Cuentero. Gerente de rifas, juegos y espectáculos. Historiador. Y hasta alcalde. Pero más que títulos, mi abuelito ha tenido roles: hijo, hermano, cuñado, novio, esposo, padre, y abuelo. Seguramente este último es el que más ha disfrutado.

 

Mi abuelito repite a diario el tema de la ingeniería de la cocina, e insiste en que el jugo debe tomarse sólo al final de las comidas. Hace mercado todas las semanas y conoce de memoria cada pasillo y estante de Mercadefam. Es un abuelito cibernáuta, pues revisa los resultados de la lotería por internet. Escribe cartas para sacar del barrio a vecinos incómodos. Dicta clases de manejo automotriz en el garaje de la casa. Organiza a los vecinos con decisiones unánimes sobre la vigilancia de la cuadra. Redacta en Word comunicados a Vanguardia Liberal para quejarse de las injusticias o las medidas absurdas en la ciudad y las envía por fax.

 

Mi abuelito come un banano todos los días antes del almuerzo. Juega parqués por las tardes para entrenar a mi abuelita para los partidos de las noches. Va a la oficina de lunes a viernes y se queja porque ya no hay trabajo los sábados. Durante 8 años no nos dejó decirle NO a llevarnos a la UIS a clase de 2 de la tarde, aunque el viaje interrumpiera su siesta de 15 minutos al medio día.

 

Mi abuelito hace quedar mal a las estadísticas del DANE sobre esperanza de vida en Colombia y tiene quebrado al Seguro Social que paga su pensión desde hace más de 25 años.

 

Ojalá yo también pudiera quebrar al fondo de pensiones y vivir 86 años y más para hacer de todo. No alcanzo a imaginarme la cantidad de libros que podría leer. Los rompecabezas que alcanzaría a armar. Los domingos que haría siesta de 2 a 7pm. Las ciudades que visitaría, ni los nietos que podría conocer.

 

Por todo esto, celebramos éste día como el más importante del año. Es el cumpleaños de mi abuelito.